Blogger templates

jueves, 30 de diciembre de 2010

The Umbilical Brothers



The Umbilical Brothers son un dúo cómico australiano, David Collins y Shane Dundas.

Se conocieron en 1988, en una clase de jazz en la Universidad de Western Sydney (como parte de un curso de actuación denominado Teatro Nepean), donde David dio la vuelta y le rompió la nariz de Shane.

Sus actuaciones combinan el mimo con el diálogo común y vocal efectos de sonido. Utilizan los títeres, la farsa, la mímica y la participación del público, y hacen poco uso de accesorios y la iluminación. (Fuente wikipedia)

domingo, 26 de diciembre de 2010

La prostitución del término Dragon Ball



Hoy quiero hablar sobre el lado oscuro que tuvo el éxito de masas y la posterior utilización del icono Dragon Ball para ensuciar las mentes de los jóvenes.

Corrían los años 90, internet era un medio privilegiado solo para unos pocos por lo cual los niños solo podíamos adquirir información a través de la TV o revistas y la adquisición de música que no fuese la de las estanterías de las tiendas o la radio era prácticamente inviable.

En esa misma época había una serie por televisión que marcó a niños y adolescentes por su enganchante historia, inédita hasta ahora en nuestras mentes acostumbradas a ver Anime de los años 60 doblado en latino. Esa serie no era otra que Dragon Ball y como puse al principio del tema, fue un tremendo éxito de masas.

Por desgracia siempre hay gente que se aprovecha del éxito de algo para explotarlo en su beneficio y en esa ocasión no fue menos, es más, fue explotada de una manera vulgar para enganchar a los jóvenes de aquel tiempo en música de pésima calidad y dar una idea equivocada de la obra de Akira Toriyama. En concreto hablo de las compañías discograficas de España.



Empecemos por 3 chicas que formaron un grupo llamado "Estefanía y las Gominas" del cual jamás había oído hablar y que tuvieron el "honor" de crear la primera cinta de música de calidad mediocre usando el nombre de Dragon Ball. La cinta en cuestión término siendo toda una pieza de anticuario en gasolineras, la cual no me extraña que actualmente casi 2011, podamos encontrar alguna copia en un rastrillo.



Algunos años después por la TV se anunció un disco llamado "Son Goku Makinero" Con canciones como "Goku Goku" y demás que más bien parecían las antepasadas del actual Reggaeton pero versionadas para niños. Este disco tuvo un gran éxito dentro de España, ya que niños inocentes que veían por TV un producto de Dragon Ball no pudieron resistirse a adquirirlo. Los creadores de "Son Goku Makinero" consiguieron 3 cosas:
La primera fue ganar mucho dinero a costa de niños, la segunda fue contaminar sus mentes con música de baja calidad y por ultimo conseguir ánimos para volver a sacar un "Mix de Dragon Ball".



Años más tarde repitió su estrategia comercial con Dragon Ball Mix usando como base de su éxito la reciente música Dance y bandas sonoras de series como "Al salir de clase" La antepasada de la actual "Física & Química" o películas como "Misión Imposible". El éxito de este CD fue algo más discreto que el de Son Goku Makinero pero consiguieron una vez más ensuciar a una generación con música aun más comercial y ganar dinero fácil.

Para terminar pondré un video de una canción de estos Cds para que os deis cuenta de lo que hablo.

viernes, 24 de diciembre de 2010

Edgar Allan Poe - La máscara de la muerte roja



La "Muerte Roja" había devastado el país durante largo tiempo. Jamás una peste había sido tan fatal y tan espantosa. La sangre era encarnación y su sello: el rojo y el horror de la sangre. Comenzaba con agudos dolores, un vértigo repentino, y luego los poros sangraban y sobrevenía la muerte. Las manchas escarlata en el cuerpo y la cara de la víctima eran el bando de la peste, que la aislaba de toda ayuda y de toda simpatía, y la invasión, progreso y fin de la enfermedad se cumplían en media hora.

Pero el príncipe Próspero era feliz, intrépido y sagaz. Cuando sus dominios quedaron semidespoblados llamó a su lado a mil caballeros y damas de su corte, y se retiró con ellos al seguro encierro de una de sus abadías fortificadas. Era ésta de amplia y magnífica construcción y había sido creada por el excéntrico aunque majestuoso gusto del príncipe. Una sólida y altísima muralla la circundaba. Las puertas de la muralla eran de hierro. Una vez adentro, los cortesanos trajeron fraguas y pesados martillos y soldaron los cerrojos. Habían resuelto no dejar ninguna vía de ingreso o de salida a los súbitos impulsos de la desesperación o del frenesí. La abadía estaba ampliamente aprovisionada. Con precauciones semejantes, los cortesanos podían desafiar el contagio. Que el mundo exterior se las arreglara por su cuenta; entretanto era una locura afligirse. El príncipe había reunido todo lo necesario para los placeres. Había bufones, improvisadores, bailarines y músicos; había hermosura y vino. Todo eso y la seguridad estaban del lado de adentro. Afuera estaba la Muerte Roja.

Al cumplirse el quinto o sexto mes de su reclusión, y cuando la peste hacía los más terribles estragos, el príncipe Próspero ofreció a sus mil amigos un baile de máscaras de la más insólita magnificencia.

Aquella mascarada era un cuadro voluptuoso, pero permitan que antes les describa los salones donde se celebraba. Eran siete -una serie imperial de estancias-. En la mayoría de los palacios, la sucesión de salones forma una larga galería en línea recta, pues las dobles puertas se abren hasta adosarse a las paredes, permitiendo que la vista alcance la totalidad de la galería. Pero aquí se trataba de algo muy distinto, como cabía esperar del amor del príncipe por lo extraño. Las estancias se hallaban dispuestas con tal irregularidad que la visión no podía abarcar más de una a la vez. Cada veinte o treinta metros había un brusco recodo, y en cada uno nacía un nuevo efecto. A derecha e izquierda, en mitad de la pared, una alta y estrecha ventana gótica daba a un corredor cerrado que seguía el contorno de la serie de salones. Las ventanas tenían vitrales cuya coloración variaba con el tono dominante de la decoración del aposento. Si, por ejemplo, la cámara de la extremidad oriental tenía tapicerías azules, vívidamente azules eran sus ventanas. La segunda estancia ostentaba tapicerías y ornamentos purpúreos, y aquí los vitrales eran púrpura. La tercera era enteramente verde, y lo mismo los cristales. La cuarta había sido decorada e iluminada con tono naranja; la quinta, con blanco; la sexta, con violeta. El séptimo aposento aparecía completamente cubierto de colgaduras de terciopelo negro, que abarcaban el techo y la paredes, cayendo en pliegues sobre una alfombra del mismo material y tonalidad. Pero en esta cámara el color de las ventanas no correspondía a la decoración. Los cristales eran escarlata, tenían un color de sangre.

A pesar de la profusión de ornamentos de oro que aparecían aquí y allá o colgaban de los techos, en aquellas siete estancias no había lámparas ni candelabros. Las cámaras no estaban iluminadas con bujías o arañas. Pero en los corredores paralelos a la galería, y opuestos a cada ventana, se alzaban pesados trípodes que sostenían un ígneo brasero cuyos rayos se proyectaban a través de los cristales teñidos e iluminaban brillantemente cada estancia. Producían en esa forma multitud de resplandores tan vivos como fantásticos. Pero en la cámara del poniente, la cámara negra, el fuego que a través de los cristales de color de sangre se derramaba sobre las sombrías colgaduras, producía un efecto terriblemente siniestro, y daba una coloración tan extraña a los rostros de quienes penetraban en ella, que pocos eran lo bastante audaces para poner allí los pies. En este aposento, contra la pared del poniente, se apoyaba un gigantesco reloj de ébano. Su péndulo se balanceaba con un resonar sordo, pesado, monótono; y cuando el minutero había completado su circuito y la hora iba a sonar, de las entrañas de bronce del mecanismo nacía un tañido claro y resonante, lleno de música; mas su tono y su énfasis eran tales que, a cada hora, los músicos de la orquesta se veían obligados a interrumpir momentáneamente su ejecución para escuchar el sonido, y las parejas danzantes cesaban por fuerza sus evoluciones; durante un momento, en aquella alegre sociedad reinaba el desconcierto; y, mientras aún resonaban los tañidos del reloj, era posible observar que los más atolondrados palidecían y los de más edad y reflexión se pasaban la mano por la frente, como si se entregaran a una confusa meditación o a un ensueño. Pero apenas los ecos cesaban del todo, livianas risas nacían en la asamblea; los músicos se miraban entre sí, como sonriendo de su insensata nerviosidad, mientras se prometían en voz baja que el siguiente tañido del reloj no provocaría en ellos una emoción semejante. Mas, al cabo de sesenta y tres mil seiscientos segundos del Tiempo que huye, el reloj daba otra vez la hora, y otra vez nacían el desconcierto, el temblor y la meditación.

Pese a ello, la fiesta era alegre y magnífica. El príncipe tenía gustos singulares. Sus ojos se mostraban especialmente sensibles a los colores y sus efectos. Desdeñaba los caprichos de la mera moda. Sus planes eran audaces y ardientes, sus concepciones brillaban con bárbaro esplendor. Algunos podrían haber creído que estaba loco. Sus cortesanos sentían que no era así. Era necesario oírlo, verlo y tocarlo para tener la seguridad de que no lo estaba. El príncipe se había ocupado personalmente de gran parte de la decoración de las siete salas destinadas a la gran fiesta, su gusto había guiado la elección de los disfraces.

Grotescos eran éstos, a no dudarlo. Reinaba en ellos el brillo, el esplendor, lo picante y lo fantasmagórico. Veíanse figuras de arabesco, con siluetas y atuendos incongruentes, veíanse fantasías delirantes, como las que aman los locos. En verdad, en aquellas siete cámaras se movía, de un lado a otro, una multitud de sueños. Y aquellos sueños se contorsionaban en todas partes, cambiando de color al pasar por los aposentos, y haciendo que la extraña música de la orquesta pareciera el eco de sus pasos.

Mas otra vez tañe el reloj que se alza en el aposento de terciopelo. Por un momento todo queda inmóvil; todo es silencio, salvo la voz del reloj. Los sueños están helados, rígidos en sus posturas. Pero los ecos del tañido se pierden -apenas han durado un instante- y una risa ligera, a medias sofocada, flota tras ellos en su fuga. Otra vez crece la música, viven los sueños, contorsionándose al pasar por las ventanas, por las cuales irrumpen los rayos de los trípodes. Mas en la cámara que da al oeste ninguna máscara se aventura, pues la noche avanza y una luz más roja se filtra por los cristales de color de sangre; aterradora es la tiniebla de las colgaduras negras; y, para aquél cuyo pie se pose en la sombría alfombra, brota del reloj de ébano un ahogado resonar mucho más solemne que los que alcanzan a oír las máscaras entregadas a la lejana alegría de las otras estancias.

Congregábase densa multitud en estas últimas, donde afiebradamente latía el corazón de la vida. Continuaba la fiesta en su torbellino hasta el momento en que comenzaron a oírse los tañidos del reloj anunciando la medianoche. Calló entonces la música, como ya he dicho, y las evoluciones de los que bailaban se interrumpieron; y como antes, se produjo en todo una cesacion angustiosa. Mas esta vez el reloj debía tañer doce campanadas, y quizá por eso ocurrió que los pensamientos invadieron en mayor número las meditaciones de aquellos que reflexionaban entre la multitud entregada a la fiesta. Y quizá también por eso ocurrió que, antes de que los últimos ecos del carrillón se hubieran hundido en el silencio, muchos de los concurrentes tuvieron tiempo para advertir la presencia de una figura enmascarada que hasta entonces no había llamado la atención de nadie. Y, habiendo corrido en un susurro la noticia de aquella nueva presencia, alzóse al final un rumor que expresaba desaprobación, sorpresa y, finalmente, espanto, horror y repugnancia. En una asamblea de fantasmas como la que acabo de describir es de imaginar que una aparición ordinaria no hubiera provocado semejante conmoción. El desenfreno de aquella mascarada no tenía límites, pero la figura en cuestión lo ultrapasaba e iba incluso más allá de lo que el liberal criterio del príncipe toleraba. En el corazón de los más temerarios hay cuerdas que no pueden tocarse sin emoción. Aún el más relajado de los seres, para quien la vida y la muerte son igualmente un juego, sabe que hay cosas con las cuales no se puede jugar. Los concurrentes parecían sentir en lo más hondo que el traje y la apariencia del desconocido no revelaban ni ingenio ni decoro. Su figura, alta y flaca, estaba envuelta de la cabeza a los pies en una mortaja. La máscara que ocultaba el rostro se parecía de tal manera al semblante de un cadáver ya rígido, que el escrutinio más detallado se habría visto en dificultades para descubrir el engaño. Cierto, aquella frenética concurrencia podía tolerar, si no aprobar, semejante disfraz. Pero el enmascarado se había atrevido a asumir las apariencias de la Muerte Roja. Su mortaja estaba salpicada de sangre, y su amplia frente, así como el rostro, aparecían manchados por el horror escarlata.

Cuando los ojos del príncipe Próspero cayeron sobre la espectral imagen (que ahora, con un movimiento lento y solemne como para dar relieve a su papel, se paseaba entre los bailarines), convulsionóse en el primer momento con un estremecimiento de terror o de disgusto; pero inmediatamente su frente enrojeció de rabia.

-¿Quién se atreve -preguntó, con voz ronca, a los cortesanos que lo rodeaban-, quién se atreve a insultarnos con esta burla blasfematoria? ¡Apodérense de él y desenmascárenlo, para que sepamos a quién vamos a ahorcar al alba en las almenas!

Al pronunciar estas palabras, el príncipe Próspero se hallaba en el aposento del este, el aposento azul. Sus acentos resonaron alta y claramente en las siete estancias, pues el príncipe era hombre temerario y robusto, y la música acababa de cesar a una señal de su mano.

Con un grupo de pálidos cortesanos a su lado hallábase el príncipe en el aposento azul. Apenas hubo hablado, los presentes hicieron un movimiento en dirección al intruso, quien, en ese instante, se hallaba a su alcance y se acercaba al príncipe con paso sereno y cuidadoso. Mas la indecible aprensión que la insana apariencia de enmascarado había producido en los cortesanos impidió que nadie alzara la mano para detenerlo; y así, sin impedimentos, pasó éste a un metro del príncipe, y, mientras la vasta concurrencia retrocedía en un solo impulso hasta pegarse a las paredes, siguió andando ininterrumpidamente pero con el mismo y solemne paso que desde el principio lo había distinguido. Y de la cámara azul pasó la púrpura, de la púrpura a la verde, de la verde a la anaranjada, desde ésta a la blanca y de allí, a la violeta antes de que nadie se hubiera decidido a detenerlo. Mas entonces el príncipe Próspero, enloquecido por la ira y la vergüenza de su momentánea cobardía, se lanzó a la carrera a través de los seis aposentos, sin que nadie lo siguiera por el mortal terror que a todos paralizaba. Puñal en mano, acercóse impetuosamente hasta llegar a tres o cuatro pasos de la figura, que seguía alejándose, cuando ésta, al alcanzar el extremo del aposento de terciopelo, se volvió de golpe y enfrentó a su perseguidor. Oyóse un agudo grito, mientras el puñal caía resplandeciente sobre la negra alfombra, y el príncipe Próspero se desplomaba muerto. Poseídos por el terrible coraje de la desesperación, numerosas máscaras se lanzaron al aposento negro; pero, al apoderarse del desconocido, cuya alta figura permanecía erecta e inmóvil a la sombra del reloj de ébano, retrocedieron con inexpresable horror al descubrir que el sudario y la máscara cadavérica que con tanta rudeza habían aferrado no contenían ninguna figura tangible.

Y entonces reconocieron la presencia de la Muerte Roja. Había venido como un ladrón en la noche. Y uno por uno cayeron los convidados en las salas de orgía manchadas de sangre y cada uno murió en la desesperada actitud de su caida. Y la vida del reloj de ébano se apagó con la del último de aquellos alegres seres. Y las llamas de los trípodes expiraron. Y las tinieblas, y la corrupción, y la Muerte Roja lo dominaron todo.

jueves, 16 de diciembre de 2010

El Mito de Orfeo y Eurídice



Orfeo, hijo de Apolo y Calíope, poseía el don de la música y era el mejor entre los mortales, con su canto dejaba maravillado a todos los seres vivos.

Orfeo estaba locamente enamorado de Eurídice, una bella ninfa de los valles de Tracia la cual terminó casándose con él. El día de su boda Orfeo cantó mejor que nunca.

Todo era felicidad hasta que un fatídico día Eurídice fue mordida en el pie por una serpiente venenosa y por consiguiente murió.

La pena y el dolor consumieron a Orfeo que lloraba a las orillas del rio Estrimón, allí cantó canciones de tal tristeza que todos los dioses y ninfas le dijeron de ir al inframundo en busca de su amada.

Orfeo atravesó el pantano del Estigio y se adentró en lo más profundo del inframundo. El enamorado músico consiguió llegar hasta el palacio de Hades, custodiado por el guardián Cancerbero y allí se postró frente a Hades y Perséfone y tocó una triste y bella canción sobre su amada.

Hades y Perséfone se apiadaron de él y le entregaron a Eurídice pero solo con una condición: Debería abandonar el inframundo sin mirar ni una sola vez a su esposa, la cual debería seguirle detrás.

Orfeo hizo lo que los dioses le mandaron y salió del inframundo sin mirar atrás a Eurídice pero en el pantano del Estigio justo al pasar Orfeo al mundo de los vivos, miró atrás para ver si su amada le seguía, pero ella aun tenía un pie en el inframundo así que solo pudo decirle adiós a Orfeo y desapareció para siempre.

viernes, 10 de diciembre de 2010

Mando Snes Original VS Mando Clasico Snes Wii



Después de casi dos meses (habéis leído bien, me ha costado casi dos meses decidirme a abrir el dichoso mando) Al fin he abierto y probado el mando clásico de Snes para Wii, y mi primera reacción al tocar el mando fue: ¿Pero que es este juguete?.

El material del mando es de una calidad pésima al igual que sus botones, si observáis la foto que he colgado veréis como la cruceta de control en el mando original incluso brilla, cosa que no ocurre en el mando de Wii.

Sobre fidelidad ante el mando de Snes, diré que como jugador de esa época este mando no me ha dado las sensaciones que esperaba sentir al empuñarlo, en cuanto lo sujetas te das cuenta si entiendes de estas cosas de la fragilidad del mando, te sientes como si tuvieses un juguete en vez de un mando de Snes en las manos. Incluso el tamaño y silueta de los mandos cambia ligeramente del original al de Wii, mirando la foto te das cuenta a primera vista.

Obviamente sujetando el mando de Snes original notas como los materiales de fabricación son de primera calidad, nada que ver con este mando clásico para Wii.

Una vez en la práctica te das cuenta de que este mando es incompatible con todos los emuladores de Wii creados por la scene e incompatible con los juegos de Wiiware como Sonic 4, También probé con algunos juegos de Wii compatibles con el mando clásico con el mismo nefasto resultado. El mando es compatible solo y exclusivamente con los juegos de la Consola Virtual.

En conclusión: El mando ha vuelto a su lugar de origen, a su caja correctamente colocado para ser más una pieza de colección que un verdadero mando útil. Puedo dar una nota positiva a Nintendo por haber tenido la iniciativa de llevar a cabo esta campaña, quizás habrá despertado recuerdos en muchas personas que hacen más de quince años que no tienen un mando de Snes en sus manos, pero para los que tenemos aun la consola original en perfecto estado esto es solo una imitación oficial de nintendo para parecerse (ya que no es del todo fiel por las razones expuestas arriba) a un mando original de Snes.

jueves, 2 de diciembre de 2010

Giga Pudding



Así son los japoneses en sus anuncios, demasiado excentricos y este anuncio ya se lleva la guinda en excentricidad.

Por lo que se ve es solamente un flan gigante, pero el anuncio es rallante hasta más no poder... y porque no decirlo, la música te taladra el cerebro hasta que no puedes dejar de escucharla, es el hype entre hypes de los anuncios de flanes. Los efectos de cámara que parece grabado con una Web Cam son de lo más cutres, los escenarios y lugares todavía lo son más, pero algo tiene que te engancha como una droga. Después de ver este anuncio varias veces hasta yo tengo ganas de un Giga Pudding.